"No se llora sobre el petróleo derramado"
Laura Victoria Márquez Tisnéss
Muchos han considerado a Venezuela como eminente víctima
de la industria petrolera, pues imputan a este recurso la falta de desarrollo
del país y el temor a una industria basada en un recurso que no perdurará
muchos años. Es curioso que el criminal sea un recurso natural que representa
la principal fuente de energía del mundo cuando es claro que Venezuela ha sido
presa por muchos años de una acción política apartada cada vez más de la lógica
económica y social, que busca irremediablemente su permanencia en el poder con
el comunismo y el pensamiento totalmente tercermundista que sus dirigentes imprimen
en la explotación de dicho recurso.
Históricamente se ha tenido una percepción ambivalente del petróleo, pues a esta actividad le han atribuido la causa de diversas amenazas. Tal apreciación ha estado cimentada en las malas decisiones que ha tomado el país respecto al combustible. El gobierno venezolano convirtió la nación en dependiente de la renta que este recurso proveía, y al mismo tiempo el pueblo encontró una manera de no tener que trabajar tanto para mantener sus estándares de vida en un nivel considerado elevado.


A Venezuela le conviene una política petrolera de estímulo al crecimiento del sector y no una política solo rentista. Pues cuenta con varias ventajas comparativas como el potencial energético del país constituido por las reservas de petróleo junto con una presencia significativa de otras fuentes de energía primaria. Al mismo tiempo cuenta con una ubicación geográfica del país en un continente falto en energía, y al no tener competencia fuerte en el continente puede convertirse en el mayor proveedor de petróleo si así lo disidiera. Venezuela produce actualmente 3 MMBD, alrededor del 4 % de la oferta.
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